Cuarenta y veinte


¿Quién se podría imaginar que una pequeña fábrica dedicada a la fabricación artesanal de persianas de madera pudiera convertirse en un grupo empresarial con más de 20.000 m2 de naves industriales y siete delegaciones alrededor del mundo?

En el año 1968, un par de jóvenes veinteañeros, a los que conozco personalmente, tuvieron la capacidad de soñar, y de descubrir la oportunidad para cumplir ese sueño, porque como dijo un famoso escritor español, León Daudí: "Sólo es capaz de realizar sus sueños el que, cuando llega la hora, sabe estar despierto", y desde ese momento hasta ahora, han pasado cuarenta años y contando.

Porque cumplir cuarenta se ha convertido, en los tiempos de hoy, en todo un pecado más que una bendición, un pecado divino debido a que atenta contra toda razón lógica: vivir - o más bien dicho sobrevivir - tanto tiempo, sin que las ganas de hacerlo hayan mermado en lo más mínimo, porque lo último que se pierde es la ilusión y la esperanza, una máxima que ha sido durante mi vida una voz interna de exaltación.

Cumplir cuarenta años, para una empresa, es llegar a ser toda una institución. En los primeros años aún puedes culpar a la inexperiencia, rehacer las cosas, ser más inconsciente y arriesgado porque la ilusión de empezar nos hace creer que podemos ganarlo todo. Pero después de los cuarenta adquirimos la conciencia plena de que todo en la vida llega a su fin, que toda acción tiene su consecuencia, pero a la vez nos sentimos más fuertes, más maduros, más concretos y más interesantes.

A los cuarenta te viene una interrogante: ¿Elegir o aceptar? El mercado es un vaivén de oportunidades y existen muchas empresas dispuestas a cazarlas, pero el saber que uno es capaz de cumplir con todas sus obligaciones, te da una garantía. Porque aún quieres gustar a todos, pero eso solo se hace cumpliendo y superando las expectativas que tienen de ti y que con los años son aún mucho mayores.

Cumplir cuarenta es comenzar la segunda etapa de toda una vida, es darle paso a lo realmente importante, es no cortar leña para el fuego sino encenderla y que disfruten de su calor. Es encontrarle la punta al ovillo, desenmarañar el caos, entender qué figura se estuvo armando en tantos frentes dispersos dar un paso integrador fundamental, que aporta velocidad, ligereza, alivio y felicidad.

Es inevitable volver la vista atrás y rememorar el comienzo del presente, el tiempo invertido, los sentimientos encontrados, la salud, pero en especial el hecho de que cumplir un sueño hay personas a tu lado que están dispuestas a sacrificar los suyos para sacar todo adelante y se convierta en una realidad palpable, porque el colofón final a todo esto es que tus sueños en algún momento pasan a ser el de otras personas y eso es lo que te hace pensar que tanto esfuerzo vale la pena.

Han sido muchos años dedicados, momentos en los que nos sentimos satisfechos por el trabajo bien hecho, en los cuales nos hemos implicado totalmente, y que cuyo proceso, nada sencillo, nos ha exigido al máximo, sacando lo mejor de nosotros y anteponiendo en muchos casos el trabajo bien acabado a los resultados económicos.

Este año, acabo de cumplir los sesenta, es decir que son cuarenta los que le he dedicado al Grupo, a los clientes, a los trabajadores, a los proveedores y a todos los que han tenido cualquier tipo de vínculo con la empresa.

A todos ellos no me queda más que agradecerles sinceramente, porque son ellos los que han sido capaces de que el GRUPO MADEPLAX cumpla cuarenta años, y que tengo la certeza de que serán muchos más.

¿Quién se podría imaginar que una pequeña fábrica dedicada a la fabricación artesanal de persianas de madera pudiera convertirse en un grupo empresarial con más de 20.000 m2 de naves industriales y siete delegaciones alrededor del mundo? Un soñador, que aún sigue soñando.


José Tolosa
Presidente
GRUPO MADEPLAX

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